Y tú, ¿estudias o vendimias?

Tiempo de vendimiar. Y, según dicen los agricultores, parece que cada año las vendimias se adelantan, ya sea por el tiempo, por el tipo de vid, por las técnicas de cultivo o por las leyes del mercado.

Recordando las vendimias de 1950-1970 (¡tan diferentes a las de ahora!), podemos saber con bastante exactitud cuándo empezaba y terminaba cada campaña.

La columna de la izquierda (en lápiz) indica la edad de los alumnos.

Para saberlo no hemos recurrido a los archivos de las bodegas, ni a los periódicos de la época, ni a la memoria de los más mayores, sino… a los Registros Escolares de Asistencia (¡!).

En aquellos tiempos, todo el pueblo se volcaba en la vendimia y podemos decir que casi todos los santacruceros eran vendimiadores, incluyendo a los más pequeños (niños y niñas).

Y las aulas (siempre en Octubre) quedaban vacías o desiertas, según puede verse en los registros.

Las faltas de asistencia eran tantas que, algún año, los maestros tenían que justificarlas anotando «Vacaciones de Vendimia» en sus registros, no fuera a ser que el Inspector presentase un informe desfavorable de los maestros.

Algo parecido sucedía, aunque en menor medida -por el frío-, durante la recogida de aceituna.

Con el tiempo (años 1980s), la tendencia fue muy distinta: los niños empezaron a dejar de trabajar en el campo, mientras que otros estudiantes del pueblo y forasteros (de Bachillerato y Universidad), acudían al pueblo y se convertían en vendimiadores para sacarse unos jornales.

Registro Escolar (1960s): Vacaciones Vendimia

El silencio de un cestero

«Quien hace un cesto, hará cientos…, si tiene mimbres y tiempo»

En el Museo Etnológico “Joaquín Arias” de la asociación cultural ACAME se puede contemplar y rememorar, entre otras cosas, cómo era la “Escuela del siglo pasado”, cómo se llevaban a cabo las diferentes faenas agrícolas y ganaderas y qué aperos utilizaban. Durante años se presentaron exposiciones temporales dedicadas a algunos artesanos de antaño: albañiles, zapateros, tejeros, esparteros, carreteros…

Pero teníamos una deuda con los artesanos del mimbre —los cesteros o canasteros—, fabricantes de cestos, banastas, seros, sillas, cunas, butacas, mesas, maletas, baúles, setos… Y a veces también figuras decorativas o juguetes, como los que alguna vez estuvieron o siguen estando en nuestras casas. Las piezas que producían nuestros  artesanos, destinadas sobre todo al consumo local, constituían lo que hoy llamaríamos la industria auxiliar de nuestra economía de hace años (agricultura y ganadería). Pero también eran esenciales en la vida doméstica.

Todos los artesanos tenían, sin embargo, algo en común: el trabajo con sus manos y con las escasas herramientas que ellos mismos fabricaban, hasta conseguir transformar la materia —ya fuera cuero,hierro, madera, esparto,mimbre o arcilla— en objetos útiles. Y también compartían su modo de aprendizaje de sus mayores, ya que, casi siempre, eran oficios y conocimientos hereditarios.

El trabajo con el mimbre conlleva un largo y laborioso proceso desde la corta, el secado, el pelado, el trenzado, un proceso que se extiende a lo largo del año y culmina con la construcción de enseres tan útiles como duraderos y bellos. Por suerte, en el pueblo tenemos aún a nuestro último artesano del mimbre, un magnífico cestero que se inició en el oficio hace sesenta años, en un entorno social  muy desfavorable por su discapacidad —sordo de nacimiento, o sordomudo, como se decía entonces— cuando la sordera se equiparaba con deficiencia mental si no con la demencia. Por culpa de aquel clima de ignorancia y discriminación generalizada, nuestro último cestero no pudo ir a la escuela ni aprendió a leer y escribir. Y tampoco nadie le enseñó el lenguaje de signos para comunicarse.

Rosario Garcia Medina, que así se llama nuestro último cestero, tuvo la gran suerte de tener un tío que le enseñó el oficio de la cestería. Rosario, que también trabajó en el campo y como peón de albañil, dedicó su vida a trabajar el mimbre.

Hoy, con 84 años, vive en la residencia de Santa Cruz y tiene familia que le visita y le quiere.

Todo en silencio. Y también silenciado y oculto por una sociedad que lo discriminaba por su discapacidad. Con sus manos, sus gestos y su mirada, llegó a construir su propia manera de comunicarse para poder contar cómo era su trabajo, como obtenía el mimbre, como lo pelaba y lo doblegaba. Y también relatar sus recuerdos de la infancia y juventud, el camino de obstáculos que tuvo que recorrer a lo largo de su vida.

Hoy, pese al avance de la ciencia y del progreso en las condiciones sociales y en los derechos, en Santa Cruz hay muchas personas que han padecido y padecen vejaciones y aislamiento por su condición de discapacidad. Todas merecen ser respetadas y aceptadas, en un mundo más igualitario, inclusivo y justo.

Desde ACAME queremos que no quede en el silencio el reconocimiento a artesanos como Rosario. Y también reivindicar la dignidad de aquellas personas que además de su discapacidad sufrían el escarnio popular.

A. C. «Amigos del Museo Etnológico «Joaquín Arias»

 

Visita de Mayo de 2025

El lunes recibimos la visita de nuestras nuevas paisanas -siete mujeres, originarias de Marruecos y Rusia-, acompañadas por miembros de la Cruz Roja, que les están dando clases de castellano.
¡Muchas gracias por vuestra visita y por vuestro interés en conocer el pasado del pueblo!

شكراً جزيلاً!

большое спасибо!

Visita de Mayo de 2025
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Visita del último fin de semana de marzo

Este fin de semana hemos recibido la visita de más de 80 forasteros, que han estado en el pueblo para asistir al «VI Tofeo D. Quijote de patinaje artístico» organizado por el Club de Patinaje Dragón, de Santa Cruz de la Zarza.

Esperamos hayan disfrutado con la visita tanto como nosotros recibiéndolos.

Visita de Marzo de 2025
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«El sabor de mi pueblo»

Nuestro paisano y amigo Juli Pakete, con la ayuda de la IA, ha creado este vídeo sobre un poema de Santiago Almarza e imágenes de sus acuarelas sobre Santa Cruz.
Esperamos que los disfrutéis.