«No me cuentes historias», de Ondaplana.
por José Manuel Avia
El Servicio de Maestros Rurales Motorizados de la Diputación Provincial de Toledo llevó a cabo una importante actividad educativa entre los años 1955 a 1968. Su objetivo era acercar la instrucción y la educación básicas a la población infantil de aldeas, dehesas, fincas y casas de labor que distaban «más de 3 Km. de las escuelas públicas«, de difícil acceso para los niños. Las distancias, en realidad, podían ser mucho mayores: la finca Nabalahierba la atendía un maestro de Parrillas (a 17 kilómetros ); la finca El Verdugal un maestro de Oropesa (a 16 kilómetros ), etc.,. Además, como el servicio no se impartía en todas las fincas, muchos niños de otros poblados dispersos de los alrededores tenían que ir a pie hasta ellas. Este era el caso de los niños de La Cueva-Plaza, que iban a pies hasta Los Pajares.
La iniciativa, única en España y prácticamente en toda Europa –salvo algún precedente en países con población muy dispersa o seminómada, como las aldeas hinuit de Noruega-, fue idea del diputado D. Miguel Palacios García-Rojo y recibió el apoyo decidido por parte de algunas personalidades de la época, como D. José Sierra Moreno, Alcalde de Santa Cruz de la Zarza y posteriormente Vicepresidente de la Diputación Provincial, y D. Luis Moreno Nieto, maestro, diputado, periodista y cronista oficial de Toledo. En su momento de apogeo, el servicio llegó a contar con más de 50 maestros motorizados, que atendían a más de 140 núcleos de población de la provincia.
Para comprender mejor cuál era la realidad educativa, social y económica de Toledo en aquellos años, baste decir que experiencias muy parecidas se aplican actualmente, al parecer con buenos resultados, en algunos países en vías de desarrollo, dirigidas específicamente al apoyo educativo de poblaciones nómadas (p, ej., los pastores fulani de Nigeria).
Los maestros motorizados en Santa Cruz
En el Municipio de Santa Cruz de la Zarza (264,5 km2, uno de los más extensos de la provincia) existían numerosas fincas -los «montes«-, algunas muy distantes y mal comunicadas, en las que vivían de forma permanente los jornaleros y sus familias.
Los niños que nacían y crecían en ese entorno -en viviendas precarias, sin escuelas, ni atención médica cercana, sin electricidad, agua corriente, etc.,.- apenas estaban en contacto con otros niños de su edad y carecían de lo más elemental para un desarrollo pleno: sanidad e higiene, libros, juguetes… Su comunicación con la villa se reducía prácticamente a alguna que otra visita al año –para ir al médico, ver a sus familiares, comprar ropa, enseres o comida, asistir a la “Feria”, etc.,.
Desde 1959, primer año de funcionamiento del servicio, Santa Cruz de la Zarza participó en aquel “innovador proyecto educativo” junto a otros 19 pueblos de la provincia. En Santa Cruz formó parte del servicio D. Félix Avia -de 1957 a 1962-, impartiendo clases en “Los Pajares y anexos” (así figuraba en los contratos). En la práctica, la enseñanza se concentraba en los locales de una o dos fincas (“Los Pajares” y “La Bonosia”), a los que acudían a pie los niños de otras fincas aledañas (hasta 5 km.).
Organización, Reglamento y Evolución del Servicio
El Servicio de Maestros Rurales Motorizados dependía directamente de la Diputación de Toledo y fue presentado como una prueba de los esfuerzos de la administración local por atender a la población más desfavorecida y facilitar el acceso gratuito a la educación. Por las propias condiciones en que se impartía la enseñanza y por su carácter experimental, el funcionamiento del servicio tuvo una organización y reglas de funcionamiento muy sencillas, ya que ni siquiera era posible llevar a cabo la inspección de la educación que se impartía.
Tal como establecía el decreto de creación del servicio, la cantidad y duración de las clases dependía del número de niños: una hora diaria allí donde había de 4 a 15 niños y hasta 4 horas en las fincas con mayor número de alumnos. Todo lo demás quedaba a criterio de los maestros, de su honestidad, vocación y compromiso con la enseñanza: desde la organización de los grupos de alumnos, la planificación del calendario escolar, la asignación e inventario de los materiales y las evaluaciones.
De hecho eran los propios maestros locales quienes proponían y solicitaban la extensión del servicio a sus respectivos municipios. Obviamente, para ello debían contar con el visto bueno y recomendación de las autoridades locales y “fuerzas vivas” (el cura, el médico, la Guardia Civil, etc.,.) y, también, con el acuerdo y el apoyo de los propietarios de las fincas, que eran quienes solían cubrir las necesidades más urgentes, tales como la cesión y acondicionamiento de los locales, y aportaban ayudas económicas para comprar material escolar y arreglar los caminos, prácticamente intransitables en algunos meses del año. Las reglas de funcionamiento, por tanto, se adaptaban caso por caso a las condiciones, necesidades y medios de cada poblado y maestro.
De acuerdo con las informaciones oficiales, ésta fue la evolución del servicio en los primeros 4 años de funcionamiento:
- 1957: 22 maestros – 270 alumnos – 4.000 horas de clase
- 1958: 48 maestros – 700 alumnos – 10.000 horas de clase
- 1959: 52 maestros – 800 alumnos – 11.200 horas de clase
- 1960: Id. – Id. – Id.
Las mismas fuentes indican que el presupuesto total desembolsado por la Diputación se aproximó a los 2.000.000 de pesetas y, también, que se produjeron 7 accidentes al desplazarse a las clases.
Educación y contenidos
La educación que impartían los maestros motorizados no era equiparable a la que se daba en las clases regulares de Enseñanza Primaria, sino que estaba mucho más próxima a los Cursos de Alfabetización. Se trataba de una “solución provisional e imperfecta”, como reconocía la propia Diputación, que pretendía paliar mínimamente la total falta de atención escolar a esos poblados.
El principal objetivo era enseñar a los niños a leer y a escribir, las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir) y darles unos conocimientos elementales de Lengua, Historia, Geografía, Religión e Historia Sagrada, con la orientación de los “principios del Movimiento Nacional”. Con frecuencia las clases acogían también las catequesis de preparación a la primera comunión.
Los maestros
Los maestros rurales motorizados no tenían dedicación exclusiva al servicio ya que eran maestros destinados en escuelas de poblaciones rurales que, al terminar sus clases diarias, se desplazaban hasta las fincas o alquerías distantes para impartir algunas horas de clase. La Diputación, a propuesta de los alcaldes o de los propios maestros, llevaba a cabo la selección entre las muchas solicitudes que se presentaban cada año -más de 100 candidatos en 1960. Tanto interés venía motivado por el éxito de la experiencia y, por qué no decirlo, también por la retribución económica que percibían -de 6.000 a 10.000 pesetas al año, en función de las horas lectivas impartidas-, unos ingresos adicionales muy apetecibles para quienes, como se decía entonces, «pasaban más hambre que un maestro de escuela». Se dieron incluso algunos casos de maestros de otras provincias que solicitaron su traslado a la de Toledo para así poder optar al servicio y a la paga.
Para la selección de personal se daba preferencia a los maestros que ya tuvieran moto propia y hubieran obtenido el certificado de instrucción elemental del Frente de Juventudes.
Un caso digno de citar fue el de D. Joaquín Garrido (finca Puente del Alberche, a 6 km. de Cardiel), que se desplazaba «diariamente a caballo, al no poder conducir la motocicleta» (¿?).
Aunque no se estipulaba expresamente en el Reglamento, las maestras estaban excluídas, pues no estaba bien visto que las mujeres condujeran motocicletas, ni siquiera que viajaran solas… La única maestra de que tenemos noticia fue la señorita Araceli Gay González, que impartía clases en la finca Corralejos (a 5 km. de Cazalega), donde sin duda residía: en 1960 se menciona la presencia de 4 maestros residentes o volantes.
Sin embargo, según la legislación educativa en vigor, “las Escuelas de Párvulos y Mixtas (y así estaban consideradas) debían ser regentadas por maestras”. Sólo de manera excepcional y justificada -añadía la ley- podían hacerse cargo de ellas “maestros casados, cuyas esposas pudieran encargarse de las enseñanzas femeninas de hogar y labores”.
La aplicación de tan curiosa cláusula hizo legalmente viable el servicio y le supuso un importante ahorro de personal a la Diputación Provincial. En otras palabras: las esposas de los maestros debían colaborar en las «enseñanzas femeninas», sin percibir ninguna remuneración a cambio.
Los alumnos
El Servicio de Maestros Rurales Motorizados se dirigía a toda la población en edad escolar de los poblados y fincas elegidos, sin diferencia o segregación por edad o sexo de los alumnos. La mayoría de ellos, al igual que sus padres, no habían asistido nunca a clase. Eran, según se decía en la prensa de la época, “muchachos campesinos de los de pantalón de pana y boina y otros, mozalbetes ya, pero analfabetos, abandonados a la menguada ilustración que sus propios padres podían proporcionarles” (L. Moreno Nieto, El Alcázar).
Aunque el número de alumnos por clase era relativamente reducido (en las escuelas comunes se llegaba a los 40 y 50), no debía ser nada fácil impartir clases a aquellos grupos tan heterogéneos y con edades tan diferentes. La mayor dificultad, al parecer, era mantener la disciplina y la atención de todos ellos y conseguir que su ritmo de aprendizaje fuera lo más parecido. Como lo más frecuente era que en una misma clase hubiera varios niños de la misma familia, los maestros solían apoyarse en los mayores para que ayudaran a los más pequeños.
Un factor muy importante era la obligatoriedad de la asistencia: las familias podían ser multadas si sus hijos faltaban injustificadamente a clase, algo que ocurría a menudo, porque empezaban a ayudar en las faenas del campo desde muy jóvenes. Las clases quedaban vacías y había que suspenderlas durante la cosecha de cereales y olivas, la vendimia, etc.,.
Las motos
En sus primeros años de funcionamiento, el servicio disponía de un presupuesto muy limitado y sólo podía contratar a maestros que dispusieran de su propio medio de transporte, por lo general ciclomotores Mobylette o motocicletas Guzzi, Vespa o Lambretta.
Posteriormente, la Diputación Provincial empezó a proporcionar a los maestros algunas motos nuevas, pero sin cederles la propiedad y quedando reservadas al uso exclusivo del servicio docente.
Así, a la flota de mobylettes y vespas se incorporaron también algunas flamantes unidades de las célebres “Lube ”, de producción nacional, en sus versiones de 99 y 125 cc. (el modelo que utilizaba la Policía de Tráfico).
A partir de 1959, los maestros ya podían optar por quedarse las motos en propiedad, con unas condiciones económicas bastante favorables, al tiempo que contraían una deuda con la Diputación Provincial, que se aseguraba de este modo la continuidad de los funcionarios en el servicio.
A los maestros se les reembolsaban los gastos de combustible (de 0,25 a 0,50 pesetas por kilómetro) y, a partir del segundo año, un 10% anual del precio de la moto en concepto de desgaste de material.
Aulas y materiales
No es fácil imaginar hoy en qué condiciones se desarrollaban las clases, al aire libre durante el buen tiempo y en almacenes, cuevas o pajares, que se adecentaban con la ayuda del dueño de la finca, del ayuntamiento, del maestro y de los propios alumnos, hasta convertirlas en dignas escuelas de temporada.
Las aulas se amueblaban con los pupitres, armarios, mesas y pizarras, etc., que podía aportar la Diputación Provincial, según su modelo de Equipo para escuelas de temporada; en las aulas no faltaban los crucifijos, estampas, retratos y otros símbolos religiosos y oficiales del Régimen. Sin embargo, dada la escasez de recursos, lo habitual era reutilizar mobiliario sobrante, usado o desechado por las escuelas del municipio y apelar a la generosidad de los dueños de la fincas.
Junto con las motocicletas, la Diputación entregaba a cada maestro una Biblioteca viajera de 75 libros (enciclopedias, diccionarios, manuales de texto, catecismos y libros de lectura); al comienzo de cada curso también les hacía llegar materiales para los alumnos y el profesor (cartillas, cuadernos, lápices y gomas, tinta, tiza, etc.), que no siempre eran suficientes para todos ellos.
La escuela de «Los Pajares»
La «escuela» consistía en un pajar o almacén, que fue saneado y acondicionado por los dueños de la finca (Sierra-Peña), con un suelo de baldosas y paredes encaladas, amueblado con un armario, una mesa para el maestro, y pupitres antiguos y sillas procedentes del grupo escolar de Santa Cruz.
La excursión a Madrid
Al terminar las clases de verano de 1957, como premio a la asistencia y progresos de los alumnos del servicio en Santa Cruz, se solicitó y se pudo organizar una excursión de día a Madrid (25 alumnos). Para muchos de ellos era la primera vez que salían del pueblo. La memorable visita -que alguno de los asistentes sin duda aún recuerda- incluía los «principales monumentos y Museos, su Aeropuerto y cuanto pudiera interesar a los niños«. Y no pudo faltar, lógicamente, la visita al Estadio Santiago Bernabéu.
Fuentes consultadas
- Documentación propia
- Archivo de la Diputación Provincial de Toledo – Sección «Servicio de Maestros Rurales Motorizados»
- «Provincia», Boletín de la Diputación Provincial de Toledo
- Revista «Escuela Española»
- Diario «El Alcázar» (Toledo)
- Diario «Ya» (Toledo)
- Documentos varios en Internet
Actualizado el 12 de diciembre de 2019
El Archivo de la Diputación Provincial de Toledo nos ha remitido este mensaje:
«Le felicito por el extraordinario trabajo de recopilación de datos del Servicio de Maestros Rurales Motorizados, así como por su posterior publicación. Es una valiosa aportación en el ámbito de la enseñanza e instrucción pública en nuestra provincia.
Su contenido es entrañable. La labor de la Diputación de Toledo es de resaltar, pero nada hubiera sido posible, sin contar un buen equipo de maestros, implicados en enseñar a leer y escribir a unos niños que no tenían acceso a la enseñanza, en un medio rural aislado y con dificultades.
Enhorabuena por la publicación.
Un cordial saludo,».
Pingback: ¿Estudiaste en “Los Pajares”? | A. C. Amigos del Museo Etnológico "Joaquín Arias"
ME ENCANTA, UNA PRECIOSIDAD Y UN MERECIDO HOMENAJE
Por favor, si alguien asistió a las clases de «Los Pajares» y quiere contarnos su experiencia, o si dispone de documentos, fotos o cualquier otro material que quiera incluir en esta página, póngase en contacto con ACAME «Joaquín Arias». Muchas gracias